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Una menor de 16 años, víctima de reclutamiento forzoso por bandas criminales, fue asesinada en Manta, frente a su colegio, el 3 de spetiembre de 2025. (Foto de redes sociales) | | | |
El humorista argentino Lucas Upstein
plantea en su monólogo Ya
no se puede decir todo: «Es más fácil ser facho […] porque el progre
siempre siente culpa. Siempre busca una explicación de más a las cosas que
pasan. Hace poco no podía dormir porque leí una noticia en Twitter que un chico
robó una manzana y la gente lo quería linchar […] Y yo estaba en mi cama,
angustiado, pensando: si robó una manzana es porque tiene hambre; él no es el
victimario, es la víctima. El victimario es un sistema que lleva a un niño a
robar esa manzana […] ¡Dos horas hasta que me dormí de la culpa que sentía! Si
sos facho te ahorrás un montón de tiempo. ¿Robó? Bala. Listo. Ya está. ¿Mató?
Bala. Bala y al rio y este no jode más. El facho duerme mucho más rápido. Apoya
la cabeza en la almohada y dice: ¡Ah, mis militares!». A contracorriente del
relato que intenta simplificar las inequidades del mundo mediante la deshumanización
del rostro del Otro, las realidades sociales y políticas son complejas y su análisis
requiere de una visión holística centrada en el ser humano.
El 3 de septiembre una menor de 16
años fue asesinada en Manta, pero el primer informe de la policía no fue sobre
los victimarios, sino sobre la víctima: inmediatamente, la víctima fue presentada
como “colaboradora de Los Choneros” y la prensa hegemónica compró el discurso policial
y lo reprodujo sin contextualizar ni comentar la información, como si fuera relacionista
público de la policía. Hay que entender que, con esta frase, se justifica
socialmente el crimen (“algo habrá hecho la angelita”) y también se justifica
el desentenderse de la investigación, total, “se están matando entre ellos”. Lo
que se olvida en esta compleja realidad es que los menores siempre son víctimas
del reclutamiento de las bandas criminales y todo reclutamiento, como en los
casos de abuso sexual, es forzoso.
El reclutamiento de menores tiene
que ver, principalmente, con la ausencia del Estado, cuestión que se expresa en
la ausencia de servicios básicos y la precariedad laboral de los padres, es
decir, con la inequidad social que es consecuencia de las políticas económicas
neoliberales que vivimos. Justificar el crimen porque la menor asesinada, víctima
de reclutamiento forzoso, colaboraba con la banda que la explotaba, es
deshumanizar a la menor, normalizar el asunto en términos simples y reducirlo a
un problema que, supuestamente, se solucionaría con mayor represión policial y
el endurecimiento de las penas. Como sociedad, debería conmovernos las
condiciones sociales de iniquidad que facilitan el reclutamiento forzoso de
menores por parte de las bandas criminales e indignarnos con los reclutadores y
el sistema económico que permite el blanqueo de sus negocios criminales, y no criminalizar,
sin entender la complejidad de aquel problema, a quienes son las víctimas de
dicho reclutamiento.
En el plano internacional, la invención
de un enemigo es la estrategia de la simplificación para justificar la
atrocidad de la guerra imperial. Ya lo hizo el gobierno de Bush para justificar
la invasión a Irak el 20 de marzo de 2003 con la mentira que ocasionó los más
de 280.000 muertos entre civiles y militares iraquíes y la muerte de 4.400
soldados norteamericanos: “Irak tiene armas de destrucción masiva”. Destrucción
y muertes para Irak, pero multimillonarias ganancias para Halliburton, la
empresa de la que Dick Cheney, el vicepresidente de Bush, había sido su CEO
entre 1995 y 2000, y que se encargó de la “reconstrucción” de Irak y de la
posterior explotación de los campos petroleros. Ahora, el enemigo es el narcotráfico
asociado con el gobierno de Venezuela, y con esto cualquier violación al
derecho internacional pretende ser justificada.

Marco Rubio, el secretario de
Estado de Trump, ha dicho que no le importa lo que diga la ONU. Bueno, si no
les importa la ONU, entonces cualquier acción militar se justifica solo porque
se tiene la fuerza. Lanzarle un misil a una lancha en medio del mar Caribe y
luego decir que eran once terroristas que transportaban drogas sin presentar
prueba alguna —ni sobre los supuestos narcotraficantes ni sobre la droga que
llevaban— es simplificar los motivos para justificar cualquier guerra o acto de
piratería como este por el que Trump se siente orgulloso. La guerra parece ser
el estado permanente del capitalismo imperial en esta etapa, a tal punto que
Trump le ha cambiado el nombre al Departamento de Defensa por el de Departamento
de Guerra.
La ONU se hizo para preservar la
paz, pero, al parecer, la industria militar necesita hacernos creer que la
guerra es una necesidad permanente en la lucha de los buenos —Trump y su
grupete global de aduladores— contra los malos —el resto del mundo, empezando
por los políticos y autoridades del Partido Demócrata de los EE. UU.; las ciudades
que son invadidas por la Guardia Nacional; los académicos norteamericanos críticos
del autoritarismo trumpista, a cuyas universidades se les corta el financiamiento;
y, por supuesto, los inmigrantes ¡en un país de inmigrantes!, a quienes se ha
criminalizado y culpado de todos los males que aquejan a la sociedad norteamericana—.
Y, finalmente, no: condenar la guerra
de exterminio del pueblo palestino de Gaza que lidera Benjamín Netanyahu, el
primer ministro israelí, no es ser antisemita; es, básicamente, estar en contra
de la guerra como solución de los conflictos. El asalto criminal del 7 de
octubre de 2023 perpetrado por Hamas que dejó 1.189 israelíes muertos, 7.500
heridos y 251 secuestrados, por supuesto que es execrable y merece castigo. No
obstante, es un crimen tan execrable como el de Hamas el estar castigando
diariamente, desde entonces, a toda la población palestina, deshumanizándola y
acusando a los habitantes de Gaza de terroristas y cómplices para justificar
una guerra de exterminio que ya lleva más de 70.000 palestinos muertos, civiles
en su casi totalidad, según un estudio
del Royal Holloway College, de la Universidad de Londres, incluidos
aproximadamente 17.000
niños, según Unicef. Con el pretexto de los ataques de Hamas, Netanyahu ha
destruido la posibilidad de dos Estados en un territorio y el anhelo de convivencia
en paz entre israelíes y palestinos al condenar a la población de Gaza a la
hambruna y el desplazamiento forzoso, y pone a la región al borde de convertirse
en la chispa que encienda la Tercera Guerra Mundial.
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Ruinas en la franja de Gaza. (Imagen: Jack Guez/AFP/Getty Image, de la página web de la Deutsche Welle) |
Hoy, la política bélica de Netanyahu
está en las antípodas de la ética del filósofo Emmanuel Levinas que, desde su
lectura de las fuentes tradicionales del judaísmo —la Torá, el Talmud y otros
textos—, propuso como imperativo ético la bondad hacia el prójimo y la búsqueda
de un mundo justo para todos, judíos y no judíos. Sostiene Levinas que el prójimo
es el Otro y una persona moral cuida del Otro, tiene responsabilidad
infinita por el Otro, incluso cuando comete crímenes, sin esperar
reciprocidad. El rostro del Otro genera compromiso, de ahí que la deshumanización
de los palestinos que lleva a cabo la propaganda de Netanyahu y el complejo
industrial militar para aniquilar al pueblo de Gaza sin remordimiento alguno, no
solo es inmoral, en el sentido ético de Levinas, sino que, en términos de la Corte
Penal Internacional, es un crimen de lesa humanidad, por lo que Netanyahu
tiene una orden de arresto.
La lectura del mundo es un acto
complejo que no cabe ni en el discurso de odio que se inyecta por goteo a través
del trolerío en X-Twitter, ni en la simplona justificación de la violencia y la
guerra mediante la inoculación del miedo en la gente común y la descalificación
de todo pensamiento complejo sobre la realidad social bajo el etiquetado facilón
de woke y progre. En sus conversaciones con Philippe Nemo,
difundidas por Radio Francia Cultura, entre febrero y marzo de 1981, y
recogidas en español, en 2000, con el título Ética e infinito, Emmanuel
Levinas sostuvo el fundamento de su ética radical en función del reconocimiento
del rostro del Otro: «Conoce usted esta frase de Dostoievski: “Todos nosotros
somos culpables de todo y de todos ante todos, y yo más que los otros”. No a
causa de esta o de aquella culpabilidad efectivamente mía [...] sino porque soy
responsable de/con una responsabilidad total, que responde de todos los otros y
de todo en los otros, incluida su responsabilidad. El yo tiene siempre una
responsabilidad de más que los otros». En este marco filosófico,
la reflexión ética es un imperativo radical, muy difícil y complejo en tiempos
de la vocinglería represiva y belicista, pero, por lo mismo, indispensable.