José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

viernes, diciembre 11, 2009

Con 26 años atrás, hoy

En el parque Lenin, en 1983, en una lectura de poesía durante el I Encuentro de Jóvenes Artistas y Escritores de la América Latina y el Caribe, organizado por la Casa de las Américas, en La Habana.


Texto solicitado por Casa de las Américas a propósito del II Encuentro de Jóvenes Artistas y Escritores de la América Latina y el Caribe “Casa tomada”, en La Habana, entre el 14 y el 18 de noviembre de 2009


Además se trataba de mi primer viaje a La Habana e iba cargado no sólo con mi pequeña maleta sino con todo el sentido mítico de aquella ciudad que nos convocaba entonces para el arte y la literatura, pero, sobre todo, para la vida. Durante el vuelo desde Panamá del ilyushin de Cubana de Aviación se tejieron la ansiedad y la ilusión por conocer esa isla que había desafiado a un imperio y que construía al hombre nuevo. Y la camaradería empezó desde la noche en que llegamos al viejo aeropuerto José Martí y ese olor a tabaco negro, con el que están impregnadas las calles habaneras, nos dio la bienvenida.

En 1983 también éramos jóvenes y artistas. Y creíamos en ese compromiso de la palabra del ser humano con sus congéneres. Y creíamos en la libertad para crear, en la obligación de buscar nuevas formas expresivas, en la ética y la estética de un tiempo malo no sólo para la lírica sino para la vida misma. Y creíamos en la solidaridad con los pueblos que buscaban la justicia social. Veintiséis años después, ya no somos todo lo jóvenes que éramos; pero seguimos siendo artistas y seguimos creyendo en lo que creíamos mientras existimos en un mundo de descreídos.

Fueron días intensos en los que se mezclaron las artes y la poesía. Lo mismo en el Parque Lenin que en los salones de la Casa, nuestra casa; en el cine Yara o en el teatro Carlos Marx; frente a la Catedral o en el patio de una construcción de viviendas donde fuimos voluntarios por una tarde. Con Juan José Dalton, fotógrafo y periodista salvadoreño, y Arturo Arias, novelista guatemalteco, nos encargamos de buscar las palabras que nos representaran en esa suerte de manifiesto final de un encuentro que quiso darle un sentido poético a la política sin escamotear la dimensión política de toda poética. Nos reafirmamos artistas y escritores para la vida. Nos comprometimos no sólo a interpretar el mundo sino a luchar para transformarlo.

El imperio sigue amenazando a esa isla que se sobrevive a sí misma y el hombre nuevo ha envejecido. El arte y la literatura continúan exigiéndonos el espíritu libre para la creación, la búsqueda inacabable de las formas, la ética de las palabras. La vida nos obliga a una transformación permanente de la vida misma y hacer de la Casa una casa tomada es más que un gesto simbólico, es un desafío estético frente al texto del arte propio.

Quito, 01.12.09